Río de oro – Crítica

El segundo filme de Pablo Aldrete es un western mexicano cuyo personaje principal bien podrían ser los áridos y salvajes paisajes del norte del país, escenario de las disputas entre indios y colonos estadounidenses.

Río de oro está ambientada en Sonora de 1852, después de que México perdiera casi la mitad de su territorio en la guerra contra Estados Unidos. Más que una historia de un sólo hilo, la película muestra el choque cultural que se desata por el encuentro de tres grupos distintos: una tribu Apache, una serie de norteamericanos dedicados a cazar a los miembros de ésta, y dos viajeros que quedan en medio, Trinidad (Gonzalo Lebrija) y Estela (Stephanie Sigman).

“La tierra es de quien la defiende”, dice el slogan que acompaña la publicidad de la película. De ahí que el director de fotografía, Lorenzo Haggerman, se detenga en los detalles de la naturaleza y logre con ello que el espectador se vaya sumergiendo cada vez más en esos parajes, al punto de casi sentir el calor semidesértico y la sed de los viajeros a caballo.

Cabe destacar también la sólida interpretación de Stephanie Sigman, quien después de Miss Bala regresa a la pantalla grande para interpretar a una mujer que fue raptada por los indios y que ahora viaja al sur por una vida mejor. En su camino se encuentra con Trinidad, un arriero que decide ir en busca de oro al perder a su familia en un altercado con los estadounidenses. Desafortunadamente, éste último personaje carece de profundidad y en su afán por parecer serio, pierde todo carisma y proyección emocional.

El carácter silencioso del guion (cuenta con muy pocos diálogos) hubiera sido un gran acierto de no ser porque los acontecimientos en sí carecen de carga emocional. Los personajes no dicen casi nada, pero tampoco sus acciones ante lo que les pasa. En un afán por alcanzar la sobriedad de esos tiempos, la cinta no refleja por ejemplo la pasión de los indios por defender sus tierras, así como su especial conexión con la naturaleza. La falta de momentos de clímax, de un arco narrativo que vaya de menos a más, hace que la película sea algo insípida, emocionalmente inacabada y con un ritmo lento la mayor parte del tiempo.

Con todo, Río de oro es una buena propuesta en cuanto a la búsqueda de historias originales (fuera de la esfera del narcotráfico) y siempre valdrá la pena ver un western en el que los indios, para variar un poco, no las tengan todas de perder.

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Jessica Oliva Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.