Temporada de brujas
Algo que pudo ser sencillamente un filme divertido termina por convertirse en completamente absurdo.
Tras encarnar a un hechicero en la cinta de fantasía El aprendiz de brujo, Nicolas Cage regresa a la magia con Temporada de brujas. En esta ocasión, el histrión encarna a Behmen, un cruzado que tras pelear en diversas batallas, comienza a cuestionarse si su lucha es en nombre de Dios o del hombre. Tras abandonar el frente junto con su leal amigo Felson –encarnado por Ron Perlman–, el destino los lleva a un pueblo azotado por la peste, cuyo mal parece ser causado por una joven acusada de brujería, quien deberá ser trasladada a un monasterio para dar fin a la plaga.
Tal como ha sucedido con la reciente filmografía de Nicolas Cage, la cinta no tiene mayor pretensión que la de entretener al espectador, algo que logra la mayor parte del tiempo. Esto se debe en gran parte al trabajo en conjunto de Nicolas Cage y Ron Perlman: el primero con su actuación aceptable y el segundo con su divertida interpretación que por momentos remite a Hellboy. Por su parte, Claire Foy hace una buena labor como la joven acusada de brujería, al combinar perfectamente su rostro tierno y confundido, con una mirada misteriosa que en ocasiones evitará que el espectador saque conclusiones adelantadas.
A esto agreguemos que los personajes atraviesan por diversas situaciones, algunas considerablemente cliché –los puentes colgantes ya no sorprenden a nadie–, pero otras con una buena dosis de suspenso, algo fundamental en una historia de brujería.
Tristemente, la cinta cae estrepitosamente al final, y sus aciertos pasan a segundo término ante una serie de combates risibles, efectos visuales mal logrados, voces demoniacas que distan mucho de ser aterradoras y una conclusión totalmente predecible. De este modo, lo que pudo ser un filme divertido y bien logrado, termina por convertirse en un absurdo.
–Luis Miguel Cruz
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