Una loca competencia – Crítica
Inofensiva comedia deportiva que puede anotar algunos puntos, pero se queda en la banca la mayor parte del tiempo.
No es Tres hombres y un bebé, pero Una loca competencia es una película donde hay un fantasma que no debería estar ahí. Tampoco es generado por computadora, aunque sí hay efectos CGI utilizados para crear las atractivas batallas de ping pong fundamentales para contar la historia de un excampeón infantil que, 20 años después de una humillante derrota, es reclutado por el FBI para infiltrarse en el torneo privado de un peligroso delincuente amante del tenis de mesa.
No hay que esforzarse mucho para ver al fantasma; está presente en todas las escenas del protagonista Dan Fogler. Es el fantasma de Jack Black. Sí, el señor Black está vivito y coleando, pero tanto Fogler como el guión parecen poseídos por su estilo que, guste o no, es irrepetible, y fracasan en inspirar simpatía por el personaje, rodeándolo de silencios que sugieren “inserte risas grabadas aquí” y hasta un momento musical que es Black puro.
Valdrá más la pena rentar en DVD, sólo por ver al estupendo Christopher Walken como un Walter Mercado criminal de barrio chino; queda claro que él no rechaza no sabe decir “no” a un cheque, pero siempre logra salir ileso del desastre. Inofensiva comedia deportiva que puede anotar algunos puntos, pero se queda en la banca la mayor parte del tiempo, en compañía de obras como Pelotas en juego.
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