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Cine

Rey de los ladrones – Crítica

08-11-2019, 11:44:59 AM Por:
Rey de los ladrones – Crítica

Michael Caine reincide como líder de una banda criminal, ahora de octogenarios. Basada en un caso real, Rey de los ladrones fracasa como thriller, pero guarda elementos interesantes.

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Para aspirar a convertirse en un clásico del género, o al menos a entrar en el canon, a una película de robos y atracos le basta con ejecutar bien tres movimientos en su narración: planear, hurtar, escapar. A veces, la atracción principal está puesta en los preparativos del golpe –como en las dos versiones de Ocean’s Eleven (1960 y 2001) o en Casta de malditos (1956)–; mientras que en Tarde de perros (1975), Perros de reserva (1992) o Plata quemada (2000), lo que nos interesa sucede después del delito. Sólo hay una condición ineludible: que los personajes nos importen tanto en el primer minuto como en el último, sin importar si son criminales, asesinos o si sus motivos nos parecen justos.

Rey de ladrones (2018), décimo largo del británico James Marsh, está basado en un caso real de robo de diamantes que en abril de 2015, hace menos de cuatro años, dejó a la sociedad londinense sin aliento, primero por impacto y después por las bromas: la banda criminal, primero alabada por Scotland Yard como “un grupo de ladrones profesionales y expertos, de los que quedan pocos” resultó ser un grupo de amigos de la tercera edad cuya edad media rondaba los 75 años. Uno de ellos, Brian Reader (Michael Caine), optó por llevar adelante su repentina viudez reuniendo a sus antiguos compañeros de crimen para dar un último golpe que les ayude a pagarse las medicinas, la fisioterapia y algún yate en el Mediterráneo.

Varios de ellos tenían antecedentes penales, pero también problemas de cadera, vista, insuficiencia renal y diabetes que no impidieron que su atraco a un depósito de valores en el área londinense de Hatton Garden, durante la Pascua de 2015, fuera el robo más cuantioso del que la ley británica tenga registro: unos 20 millones de libras en diamantes, joyas y billetes. En efecto, ladrones como ellos “quedan pocos”, en palabras de Scotland Yard… aunque sea por mera esperanza de vida. La fascinación por la anécdota ha sido tan pública y mediática que, en un lapso de tres años, ya fue volcada en tres largometrajes –Hatton Garden: The Heist (2016), The Hatton Garden Job (2017), más el que aquí nos ocupa– y una miniserie para la televisora ITV: Hatton Garden (2019).

Escrita y fabricada al vapor, con más respeto por las fórmulas viejas que por los detalles de la historia, Rey de ladrones está ejecutada sin la pericia, el cuidado, la técnica ni el humor involuntario del crimen auténtico. Un thriller criminal debería ponerse en marcha con la misma habilidad maliciosa que un robo real, pero la tibieza blanda y sin pasión de la película de Marsh provocan que se esfume de la memoria apenas unas horas después de verla. Incluso cuando tiene destellos aplaudibles, como incorporar en forma de flashbacks secuencias de los propios actores en sus películas de juventud, o que la segunda mitad emerja el drama de un viejo rencor entre Caine y Broadbent, son sólo destellos, pistas a las que no se les sigue de cerca.

Lo que permanece y la hace destacar por encima –es un decir– de las otras adaptaciones, es la química feroz entre Michael Caine, Jim Broadbent, Michael Gambon y Tom Courtenay: sus garras y colmillos están siempre tan afilados, que se las arreglan para lucir su arte aunque la película que los envuelve les quede muy por debajo del hombro. El principal, quizás el único aliciente para ir a una sala a ver Rey de ladrones es disfrutar con este palomazo entre rockeros viejos y titánicos, que al menos guarda la virtud de ser más sobria, oscura y emplear menos chistes sobre reumatismo que Un golpe con estilo (2017): mientras en aquella, Caine se veía en la penosa situación de cobrar por parodiar su propio rol en La estafa maestra (1969), en Rey de ladrones al menos lo vemos disfrutar su autohomenaje sin presiones.

Llama la atención que sea el propio Marsh quien haya ayudado a redefinir el género de thrillers sobre asaltos con ese extraordinario documental que fue Man On Wire, en donde el crimen final era artístico y consistía en caminar sobre un alambre entre las torres del World Trade Center; al mismo tiempo, desconcierta saber que el guion de Rey de ladrones esté firmado por Joe Penhall, la mente detrás de los guiones de Mindhunter . Hace falta algo más que un gran documentalista y un gran escritor de televisión para hacer buen cine, incluso con temas similares, y Rey de ladrones es prueba suficiente: es un catálogo de esquemas calcados de otras películas sin aportar frescura, riesgo ni intentar ninguna revisión contemporánea del género. Si se salva del naufragio, es porque tiene el buen gusto de poner a sus personajes en manos de un elenco que es extraordinario aún si no está en su mejor momento. Después de todo, los protagonistas de Rey de ladrones parecen estar ahí para dar un golpe final de ironía: sin importar su edad o condición, son suficientes para llevar adelante una película o un atraco que, cualquiera diría, están destinados al fracaso.

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autor Periodista, cinéfilo y lector compulsivo, conductor en Mi cine tu cine (Once TV), locutor, jazzero y tragón. Miembro de la Semaine de la Critique de Cannes en 2014 y del Berlinale Talents Press. Estando antes en París, pasaba más tiempo dentro del cine que afuera, así que volví a la Ciudad de México en donde el cine es más barato y, digan lo que digan, se come mejor.
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