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Cine

Roman J. Israel, Esq.: Un hombre con principios – Crítica

02-03-2018, 9:22:16 AM Por:
Roman J. Israel, Esq.: Un hombre con principios – Crítica

Una modesta y gris reflexión sobre moralidad y cambios sociales, la película se apoya por completo en una peculiar actuación de Denzel Washington.

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Los tiempos contemporáneos se nutren de un resurgimiento del activismo, aquel espectro que se creía ya dominado por la indiferencia y el conformismo que aparece nuevamente para sacudir conciencias y despertar voluntades. Ese parece ser el caso del estrafalario abogado Roman, J. Israel Esquire, personaje protagónico de la película homónima estelarizada por el legendario astro afroamericano Denzel Washington y por la que ha obtenido su octava nominación a los premios de la Academia.

Dirigida por Dan Gilroy, quien viene fresco del mordaz y cínico retrato de la nota roja angelina y su carroñera fauna urbana en la estupenda Primicia mortal (2014), su nueva película Un hombre con principios presenta la historia de Roman J. Israel, un idealista abogado que trabaja en un modesto despacho en Los Ángeles del que toma las riendas después de la muerte del dueño, descubriendo una serie de turbiedades que lo llevan a renunciar y descubrir, desde otras aristas y un despacho más moderno, las complejidades del sistema legal.

Con sus dos largometrajes a la fecha, Gilroy ha mostrado particular interés en protagonistas dotados de ambigüedad, con los cuales resulta difícil empatizar pero profundamente magnéticos, sea el corrosivo ímpetu del fotógrafo Louis Bloom de Primicia mortal y en el presente caso, el antisocial Roman a quien Denzel Washington presenta como un hombre atolondrado y entorpecido, principalmente por sus nociones de justicia y su caduco idealismo.

La película es tan dura con su protagonista como el mundo en el que se mueve, haciendo de un personaje noble pero antipático un completo marginal. Objeto de burla de sus colegas en su nuevo despacho, subestimado por su flamante y ambicioso nuevo jefe, el empresario George Pierce (sólido Colin Farrell) y humillado por su ingenuidad en un durísimo mitin por un par de jóvenes, invitado por una luchadora social (Carmen Ejogo).

Aislado de su tiempo, armado siempre con audífonos y con ropa setentera, Roman representa la lucha de un hombre cuyo tiempo ha quedado rebasado sin que él se enterase, el problema es que ante un personaje y una actuación tan finamente modelada no tenemos una narración particularmente aguda o ágil.

Quizás invadido por las altas expectativas que su película anterior generó, Gilroy elige un tono discreto, casi opaco para narrar la película, que esta construida de manera anticlimática, lo que la pone mucho más cerca de un modesto estudio de carácter moral que se centra en la dificultad de mantener el paso al vertiginoso ritmo de cambio social. El problema es que, tal como su protagonista, la película funciona bajo preceptos caducos, más no carentes de valor, pero con poco interés de hablarle a una audiencia contemporánea.

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autor Cofundador y crítico en la página web Butaca Ancha. Escribe de cine en medios como Tierra Adentro, Animal Político, Forbes y Algarabía. Considera que cada película, independientemente de donde venga y quien la haga, tiene algo importante que decir.
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