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Cine

Rostros de una mujer – Crítica

22-12-2017, 11:32:55 AM Por:
Rostros de una mujer – Crítica

Lee nuestra crítica de la película Rostros de una mujer, una cinta con un elenco envidiable que desaprovecha en una amalgama de clichés.

Cine PREMIERE: 2.5
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Confusa, desconcertante, difusa. Rostros de una mujer es un retrato sobre la condición de ser mujer en ambientes nada favorables para ejercer el empoderamiento que tanto se pregona en estos días. Lo hace a partir de las historias de cuatro mujeres en diferentes etapas de su vida (niñez, adolescencia, juventud, madurez), todas interpretadas por una actriz distinta, con un nombre distinto pero que bien podría llegar a ser la misma pues cada etapa, abordada en un engranaje discontinuo de rompimientos narrativos inconclusos, parece ser parte de una sola historia.

El realizador Arnaud des Pallières (Michael Kohlhaas, 2013) deja y retoma las historias con un ritmo que parece haberse quedado en el cuarto de edición, generando una confusión en el espectador, aparentemente consciente pero ineficaz para atraparlo. De hecho, más bien acaba difuminando el eje narrativo y climático para volverse una reunión de viñetas sobre la condición de ser mujer en una sociedad machista que ejerce muchas formas de una violencia sistemática contra ellas. El realizador subraya como detonante a la madre, en este caso a partir de la orfandad a la que alude el título original en francés. Porque las cuatro mujeres carecen precisamente de una madre (en uno de los casos metafóricamente) y se refugian a la sombra de figuras paternas tenebrosas como traslación actual de cuentos de ogros y brujas que permean, perturban y pervierten perniciosamente a las protagonistas o a la unidad simbólica o literal que representan.

Hay una intención de mostrar una realidad visceral guiada por el sexo, la muerte, la soledad, el desenfreno y una errónea búsqueda de afecto. La guionista Christelle Berthevas puso parte de su propia experiencia de vida en estos fragmentos que, por desgracia, acaban por desconcertar al espectador no para sorprenderlo sino para confundirlo, al punto de no dejar claro si esto tiene un discurso feminista o antifeminista. Porque los cuatro personajes reciben un castigo por su osadía de intentar liberarse del yugo fálico, por el uso que dan a su cuerpo, aunque queda difusa la frontera entre la crítica a dicho castigo o el aplauso al mismo.

Arnaud des Pallières se apoya en la fotografía de Yves Cape, que abusa de los close-ups para acentuar los momentos melodramáticos de la historia. Así, vemos de cerca las lágrimas, los senos y la mirada de resignación decidida de tres de las cuatro mujeres protagónicas: la directora de escuela llevada a prisión Renée (Adèle Haenel, de La chica desconocida de los Dardenne), quien buscaba quedar embarazada pero se encuentra con una vieja asociada ahora exconvicta; Sandra (Adèle Exarchopoulos de La vida de Adèle), la veinteañera a quien un apostador profesional (Robert Hunger-Bühler) consigue un empleo en el hipódromo, dónde se asocia con Tara (Gemma Aterton) para dar un golpe y alejarse de Maurice (Sergi López), y la adolescente Karine (Solène Rigot de Renoir), quien escapa cada noche al antro para alejarse de su violento padre.

Y si las cuatro historias son caras de una misma moneda, el momento de quiebre del personaje está en la infancia. Cuando la pequeña Kiki (Vega Cuzytek) juega a las escondidillas y sus amigos desaparecen.

Rostros de una mujer, un título en español bastante explicativo aunque en esta ocasión efectivo, es un relato sobre la orfandad, pero la orfandad de una sociedad carente de figuras ya no digamos maternas, sino femeninas. Al momento en que Renée acepta su maternidad y decide hacer lo que hace es cuando termina el viaje de madurez y crecimiento del personaje ingenuamente fragmentado en cuatro. Ha dejado de dejarse arrastrar y se asume. O eso parece, pero Arnaud des Pallières ha dejado todo demasiado confuso y difuso, ha desaprovechado un reparto de lujo y se ha movido por los clichés sin pena ni gloria.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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