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Cine

Sabrás qué hacer conmigo

24-05-2016, 11:17:34 AM Por:
Sabrás qué hacer conmigo

Sabrás que hacer conmigo, de la directora Katina Medina Mora, cuenta una atípica historia de amor entre dos personajes opuestos.

Cine PREMIERE: 3.5
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El miedo a la vida. Parece un tema ajeno al cine, a cualquier cine, pero más al cine mexicano que, cuando no toca temas decididamente sociales, suele vender un discurso de desafío a la muerte, de alegría, de desenfado. Pero, ¿no nos identificamos muchos de nosotros con este sentimiento? ¿No tiene sentido entregarse, a ratos, a la desesperanza tras perder a un ser querido, o al no verle sentido a la rueda laboral, sentimental, rutinaria en que nos sumergimos todos los días? 

Yo siento que de eso habla Sabrás que hacer conmigo, que cuenta una atípica historia de amor entre dos personajes opuestos, nacidos, incluso, separados por un océano, por una conquista, por 500 años de amor apache. 

Ya en su primera película, LuTo, Katina Medina Mora se preocupaba de contar el nacimiento y la muerte de una relación romántica, de principio a fin, durante dos años. En este caso, los protagonistas, Isabel (espléndida Ilse Salas) y Nicolás (el español Pablo Derqui) se conocen, se enamoran no saben ni cómo y se sorprenden al reconocer lo mucho que se importan y se aman, a pesar de todo. Es entonces cuando, al enfrentarse a estas circunstancias no demasiado románticas o favorecedoras, que dicen, va, esto sí merece la pena. Es que si esperas a que la vida se acomode a tus tiempos y tus dramas, supongo que no podríamos enamorarnos jamás. 

La película avienta una pregunta al aire: ¿tiene sentido entregarte a otra persona si no tienes las fuerzas para hacerlo, si tus circunstancias te son adversas, si la vida te golpeó una vez, si la salud no ayuda? ¿Tiene caso echarle ganas y buscar? La respuesta más obvia sería decir sí, pero las responsables creativas de la película, mujeres en su mayoría, con Emma Bertrán y Samara Ibrahim como coescritoras de la idea original de Katina, no dan una respuesta ni tan sencilla, ni tan directa. Este atrevimiento, estas ganas de proponer grandes preguntas, es lo que hace que esta película tenga tanto peso. No tiene pudor a la hora de proponer temas, de sugerir ideas, de asomarse a las profundidades, del mar, del ser humano. Para ello, huye de cualquier recurso dramático convencional de forma consciente, creo yo, con una frialdad y rigor necesarios, científicos, incluso. Si vamos a hablar de temas serios, hablémoslo en serio. 

Este desapego empuja a la película, pero también la lastra en cierta forma, porque si bien se esfuerza y atreve a expresar grandes temas, no siempre lo hace buscando la complicidad con el espectador. Sabrás que hacer conmigo es una película en la que hay que trabajar, pensar, y decidirte a participar de ese viaje, de ponerte el equipo de buceo y echarte un clavado. Si lo haces como yo lo hice, eso sí, es una gran experiencia.

Y es que hablar del choque entre el amor y la muerte no parece material dramático obvio, no es algo que puedas llegar a venderle a un productor comercial, pero, en este caso, funciona de forma notable porque este choque está perfectamente delineado en los dos personajes principales. Los dos representan dos maneras de ver y sentir la vida. En muchas ocasiones, a todos nos gustaría sumergirnos y esperar, como el protagonista de esta película, y disfrutar de ese aislamiento bajo el agua, en la observación de una imagen, en la comodidad de nosotros mismos. Pero es que, queramos o no, no estamos solos. Es tan fuerte la necesidad de vivir esa soledad como la de estar acompañados. Y es que el amor no siempre es una meta, un final feliz, también puede ser un camino lleno de obstáculos, un proceso necesario y doloroso. Como la vida, más o menos.

Un personaje masculino enfermo, maldito, se podría decir, que se presenta como un defensor de la vida, enseña a vivir a un personaje femenino que tiene demasiadas cicatrices como para querer exponerse, un personaje que lo primero que dice en la película es “No quiero hablar con nadie ahora”, y que sufre con el drama que acompaña a su mamá, interpretada por la gran Rosa María Bianchi.

Quién diría que Isabel y Nicolás puedan atreverse a quererse. Lo hacen. La esperanza aparece en forma de playa, de desafío con ecos a El gran azul, de Luc Besson, de dilema para el espectador y para ellos dos. Esa esperanza no implica un final feliz, ni mucho menos, la tragedia planea sobre los personajes a lo largo de toda la película, y es evidente que, durante el camino, tanto ellos por separado, como la pareja que forman, sufrirán las consecuencias de este atrevimiento.

En resumen, se amarán, vivirán, lucharán… Quién sabe si también sobrevivan.

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autor Guionista de cine y TV, escribo series, telenovelas, artículos, bodas y comuniones. Empecé en esto haciéndome socio del club de fans de Freddy Krueger, y aunque ya perdí la credencial, sigo con la ilusión de ver qué se cuece al otro lado de la pantalla. www.roomservice.mx
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