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Cine

Te amaré eternamente

26-07-2016, 12:58:03 PM Por:
Te amaré eternamente

Te amaré eternamente, la nueva película de Giuseppe Tornatore es una historia de amor con un halo de misterio que no termina por satisfacer.

Cine PREMIERE: 2.5
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El italiano Giuseppe Tornatore entrega en su nueva película, misteriosamente titulada en México Te amaré eternamente (La corrispondenza), una historia de amor que presenta ya consumada, con una pareja con una relación de amasiato de seis años. Ella, Amy Ryan (la bellísima Olga Kurylenko), es una estudiante de posgrado a punto de graduarse, y él, Ed Phoerum (Jeremy Irons), un reconocido astrónomo bien entrado en años.

Mientras se despiden a besos en un cuarto de hotel, Ed, a quien Amy cariñosamente apoda Wizard, le pregunta insistentemente a ella, a quien llama Kamikaze, si puede pensar en algo que no sepa uno del otro. La pregunta queda en el aire y la respuesta se descubrirá a lo largo de todo el filme con un resultado redundante, frío, distante y, ciertamente, desangelado. A partir de que se mandan un beso de despedida, ella empezará a recibir paquetes, mensajes de whatsapp y correos electrónicos que concuerdan con lo que va viviendo con una precisión increíblemente misteriosa, mientras pasan semanas sin verse y ella se entera, sentada entre el público de una conferencia en la que Ed sería el ponente principal, que él ha muerto. A pesar de eso, los mensajes, los correos y los paquetes no dejan de aparecer y una desconcertada Amy intentará descubrir el misterioso origen.

Tanto misterio en la correspondencia que le da el título original al filme, hablado en inglés y situado mayoritariamente en Inglaterra, se antojaba para una solución de corte fantástico y un edulcorado toque romántico que afortunadamente no ocurre. Pero, desafortunadamente, tampoco sucede gran cosa.

Adherido a la dinámica actual de la comunicación personal, Tornatore, sin embargo, es incapaz de abordar con creatividad las escenas en las que los personajes se «whastappean» y se limita a mostrarlos en pantalla mientras dan lectura de los mismos con voz en off (una solución que emplean con más fortuna, lo cual ya es decir bastante, en la serie juvenil argentina Soy Luna). Una redundancia que a la tercera vez resulta chocante. Y lo mismo sucede con los mensajes en video que Amy recibe por arte de una planificación bien orquestada que se percibe inverosímil. En ellos vemos a Ed hablando en un presente que lo hace parecer vivo, desde un solo ángulo y echando un rollo que pretende seducir por su forma de emplear el lenguaje. No obstante, Irons luce acartonado, como si leyera frases que no acaba de entender, y más bien parece en franca decadencia.

Tal vez sea esa imagen la que quiere mostrar el director de Cinema Paradiso (1988): que a los ojos del espectador, Ed se vea como el hombre enfermo que ha decidido pasar sus últimos tres meses de vida planeando la mejor manera de despedirse de su amada, y que Amy, cegada por el profundo amor que le profesa a su mentor, sea incapaz de percibirlo. Aunque uno más bien termina por pensar que o bien el profesor Phoerum le hace honor a su apodo (improbable) o que la bella Amy es sumamente predecible.

Kurylenko –quien se suma a las bellas actrices como Mónica Bellucci o Kseniya Rappoport que han protagonizado filmes del director italiano– tampoco es convincente a pesar de sus intentos por llevar toda la carga dramática de la película y la insistencia de Tornatore de mostrar primerísimos planos de su rostro. Su desasosiego, la tristeza que la embarga (que la hace llorar mientras sirve de molde/modelo a un escultor), la ira, la frustración que la corroe parecen trabajados como episodios aislados, desconectados entre sí. Breves pinceladas en las que no hay nada de fondo.

Y eso se acentúa con la fallida edición del filme. Las inserciones del trabajo de Amy como doble de riesgo en escenas de acción, o las de su vida académica, e incluso algunas de las que implican el seguimiento de las instrucciones de Ed (como la visita a la biblioteca), se sienten tan fuera de lugar como cuando se hace zapping en la televisión. Y a pesar de que la historia es muy enfática en las fechas, el manejo temporal de la misma sufre de tal falta de congruencia que uno prefiere dejar de poner atención. Las referencias a las estrellas son tan científicamente cursis que parecen tomadas de un libro de citas para cualquier ocasión. Además, los personajes secundarios resultan acartonados, como lo serían en cualquier culebrón, con apariciones que más bien sirven de pretexto para tratar de dotar de tridimensionalidad, sin conseguirlo, al personaje de Amy. De hecho, escenas como la del robo carecen de verdaderas consecuencias en la trama y sólo aportan algunos minutos extra en la duración del filme. 

Y uno de los misterios más apremiantes de Te amaré eternamente está en su banda sonora, de Ennio Morricone, habitual colaborador del cineasta (inolvidables son, por ejemplo, sus scores en Cinema Paradiso y La leyenda de 1900). Es estorbosa y fuera de lugar, melosa y con un ánimo por encajar que la vuelve chocante. Morricone vuelve al uso de la guitarra eléctrica que tan memorables resultados le ha dado, pero de forma deficiente, quizá contagiado por el fallido espíritu de esta película que hacia el final tiene un chispazo del Tornatore capaz de potenciar las emociones de sus personajes. Pero es sólo eso: un chispazo que no le alcanza para volver memorable su más reciente filme, una historia de amor con un halo de misterio.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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