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Terror a 47 metros: El segundo ataque – Crítica

18-10-2019, 11:47:23 AM Por:
Terror a 47 metros: El segundo ataque – Crítica

Terror a 47 metros: El segundo ataque es una cadenita de eventos fortuitos e inverosímiles; es la exaltación del cliché de forma repetitiva y monótona.

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Si la primera entrega, Terror a 47 metros, era precaria en su narrativa y argumento, su secuela, Terror a 47 metros: El segundo ataque, presenta aún más percances desde la primera escena. En aquella presentación del personaje central: Mia (Sophie Nélisse a.k.a. la Ladrona de libros) la descubrimos en una alberca donde fue arrojada “sin querer” por la chica más popular de la escuela. Al parecer nadie la valora en ese lugar pero nunca se explica por qué es una outcast.

Acto seguido descubrimos a su media hermana: Sasha (Corinne Foxx, la hija de Jamie Foxx), quien se avergüenza de Mia, pero le promete a la familia que se cuidarán una a la otra, lo cual evidentemente será relevante en los siguientes actos. Al día siguiente, Sasha decide ir con sus dos mejores amigas a explorar cuevas marinas yucatecas –el estado mexicano es sede de los eventos–. Este sitio es extremo y se encuentra tan escondido, que no es contemplado para turistas. Dicha premisa se desarrolla también en la primera entrega, lo cual demerita la originalidad.

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Los efectos especiales de la cinta también presentan fallas visuales, particularmente cuando hay slow motion.

Una vez que las protagonistas, entre quienes también están Brianne Tju y Sistine Rose Stallone (la hija de Sly), bucean al interior de la cueva, hallan una imitación de la ciudad perdida de Atlantis. Más adelante descubren que hay un terrible mal a su alrededor: tiburones ciegos pero altamente sensibles al sonido y movimiento. El resto del filme es una consecución de intentos vanos por escapar con vida, por encontrar la salida de las laberínticas cuevas y evitar ser la cena de los gigantescos peces. El resultado, sobra decir, es repetitivo y monótono.

Terror a 47 metros: El segundo ataque es una cadenita de eventos fortuitos e inverosímiles. Es la exaltación del cliché: las protagonistas se empeñan en ir en direcciones que a todas luces son peligrosas, y pagan por ello. Nuevos personajes aparecen abruptamente y en el momento preciso como para dilatar los eventos que, sabemos, ocurrirán tarde o temprano. Estos seres secundarios y hasta terciarios son la carnada del director Johannes Roberts –responsable de la primera entrega– para crear suspenso de la mano de la musicalización de tomandandy.

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Los ataques de los antagonistas, los tiburones, suelen ser más cómicos que terroríficos.

Las apariciones abruptas, sin embargo, generan el efecto contrario: comicidad. En parte por las actuaciones desangeladas, en otra por la liviandad del guion, el cual imposibilita el desarrollo de los personajes o cualquier tipo de conexión con ellos. Incluso, el hecho de que la mayor parte de la película las actrices cuenten con equipo de buceo sobre el rostro impide que sus reacciones se distingan con nitidez. A ello se suma el agua a su alrededor, y los veloces cortes y movimientos de cámara que nublan la visión en las escenas de “acción” y “miedo”. La interpretación se reduce al aspecto vocal y éste es limitado.

Terror a 47 metros: El segundo ataque sucumbe no sólo ante el mal manejo de la imagen, sino también a la edición y posproducción. El empleo de la cámara lenta en ciertos puntos dramáticos nulifica todo intento por enfatizar el sobrecogimiento de los personajes y el suspenso, al cual la cinta apela a lo largo del metraje infructuosamente. A 47 metros de profundidad no hay suspenso, drama ni terror, pero sí algo de comedia. Tristemente para Mia y compañía, ése no era el objetivo.

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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