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Cine

The Square: La farsa del arte – Crítica

23-11-2017, 4:12:43 PM Por:
The Square: La farsa del arte – Crítica

Insólita, ambigua y brillante, la tragicomedia de Ruben Östlund sobre el arte contemporáneo es una de las películas mayores que nos deja el 2017.

Cine PREMIERE: 4.5
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Mientras al arte resguardado por las Academias no hay forma de sacarle una sonrisa –si no, intente hacer reír a un académico, o encuéntrele el humor a cualquier corriente anterior al siglo XX–, el arte contemporáneo nació con dos carcajadas: el cuadro de una pipa que indica “Esto no es una pipa” –pues en efecto, una cosa es la cosa y otra, la imagen de esa cosa– y un mingitorio fabricado para exhibirse, no para orinar. El chiste visual, la parodia, la bufa, el pastiche y la ironía son los códigos que dictan hoy nuestros espacios de comunicación grupal, desde Twitter hasta las galerías. ¿La broma mayor? Que la corrección política, ese Gran Hermano que vigila y castiga al humor mordaz, sea nuestro otro gran dictador. El resultado es un debate público inflamable y bipolar, dividido en dos impulsos primitivos: el meme y la denuncia. The Square: la farsa del arte (2017), la quinta película de Ruben Östlund y ganadora de la Palma de Oro en la pasada edición de Cannes, triunfa al poner bajo el microscopio esta brutal contradicción de nuestra cultura occidental: la veneración simultánea de lo gracioso y de las buenas intenciones.

Como resultado, The Square termina por ser algo inaudito: una tragedia y una farsa simultáneas, que lo mismo provocan el desasosiego que la carcajada, dependiendo del lugar que el espectador decida –voluntariamente– tomar ante las situaciones y sus personajes. Me explico.

A primera vista, The Square cuenta dos anécdotas con el mismo protagonista: en una esquina, la odisea personal que Christian (Claes Bang), el curador jefe de una galería de arte contemporáneo en Estocolmo, emprende contra el anónimo que le robó la cartera, el iPhone y las llaves durante un atraco disfrazado de happening artístico. A partir de entonces, una cadena fatal de circunstancias provoca que la pequeña vendetta del galerista escale a una dimensión mayor y catapulte una tragedia inesperada. En la otra esquina, conocemos el proceso creativo del mismo Christian para el lanzamiento de una instalación conceptual, llamada “The Square”, cuya intención es lanzar un polémico llamado de solidaridad ante la crisis migratoria en el norte de Europa. La campaña promocional es agresiva, directa, iconoclasta. Incluye a una niña volando en pedazos y a un actor actuando como primate mientras acosa a mujeres en una cena benéfica.

La anunciada instalación desconcierta por su sencillez física y discursiva: es un cuadrado de luz instalado en el piso de una plaza pública. Si uno da un paso dentro del mismo, así sea por accidente, está obligado a tener un gesto de solidaridad e impedido para cometer ninguna falta a los derechos humanos… mientras esté ahí dentro. ¿Qué simboliza El Cuadrado del título, al fin y al cabo? ¿La pieza misma? ¿La Europa contemporánea? ¿La consciencia pública, siempre bondadosa de dientes para afuera? ¿O es la pantalla de cine ese cuadro (Square) que resguarda las buenas intenciones con artificios hiper-contemporáneos, mientras el mundo –el de Christian, el nuestro– se desmorona fuera de sus cuatro ángulos?

A lo largo de cuatro largometrajes anteriores y un puñado de cortometrajes brillantes, Ruben Östlund ha construido, lentamente y sin salir de Suecia, una de las filmografías más interesantes, inteligentes y arriesgadas de la Europa del siglo XXI, siempre a medio camino entre la acidez cínica y la psicología moral. Además de ser su primera obra maestra, The Square funciona como introducción a su universo al reunir sus temas recurrentes y tomar riesgos nuevos, como el humor afilado, punzante y negruzco que utiliza como mecanismo para confrontar al espectador, una y otra vez, con sus propios prejuicios, flaquezas éticas y estirando los límites de aquello de-lo-que-no-está-bien-reírse. Que el guion, escrito por el propio Östlund, lo haga mirando a los ojos al público, sin hacerlo creer más ni menos inteligente de lo que es, sino estimulando directamente los engranes de la inteligencia, es un logro mayor y un acierto poco frecuente. Un clásico instantáneo para la década que ya empieza a terminar.

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autor Periodista, cinéfilo y lector compulsivo, conductor en Mi cine tu cine (Once TV), locutor, jazzero y tragón. Miembro de la Semaine de la Critique de Cannes en 2014 y del Berlinale Talents Press. Estando antes en París, pasaba más tiempo dentro del cine que afuera, así que volví a la Ciudad de México en donde el cine es más barato y, digan lo que digan, se come mejor.
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