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Cine

Todo lo demás – Crítica

19-01-2018, 5:04:01 PM Por:
Todo lo demás – Crítica

Adriana Barraza es el único sostén del retrato agridulce de una mujer que parece haber perdido las ganas de vivir.

Cine PREMIERE: 3
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Los seres humanos vivimos con muchos temores; especialmente los que amenazan con llegar en el futuro, en la madurez de nuestra vida. De todos ellos, quizás, la monotonía sea el que más nos aterra. Repetir lo mismo una y otra vez; repetirlo sin algún propósito en la vida. Para muchos, llegar a eso puede ser la mayor tragedia. Eso es lo que sucede en Todo lo demás.

Luego de una destacada trayectoria como documentalista, Natalia Almada (El velador, 2011; El general, 2009) llena la pantalla de una historia que conmueve, que aterra y que, en cierta forma, nos llena de vida.

Todo lo demás nos presenta a Flor (Adriana Barraza), una mujer que lleva años trabajando en una oficina gubernamental y cuyo andar por este mundo es prácticamente igual todos los días. Quizá la única diferencia radique en las personas que se sientan frente a ella con un montón de documentos oficiales en la mano, con la paciencia agotada y con el aburrimiento y frustración que provoca estar en esos lugares del gobierno en donde parece que el tiempo se ha detenido desde hace décadas.

El mayor acierto de la cinta radica en la elección de su protagonista. Aquí, Adriana Barraza convierte su trabajo frente a la cámara en una cátedra de actuación. La actriz, que hace más de diez años fue nominada al Oscar por su actuación en Babel , logra sostener, de principio a fin y en solitario, una película de hora y media que, en manos de alguien más, se hubiese convertido en un auténtico sufrimiento para los espectadores.

Aunque el ritmo de la cinta se estanca y da la sensación de que no ocurre nada, la mirada de Adriana, llena de tanta tristeza y melancolía, nos mete de lleno a la vida de una mujer cuyo único propósito es tratar de superar su miedo paralizante a nadar. Es una mujer a la que parece que la vida misma se le ha escapado del cuerpo: a la que  le golpea profundamente el corazón el tener de frente a una madre embarazada, pero a la que, al mismo tiempo, no le inmuta una amenaza de un terremoto. Ahí, en esa pequeña secuencia de apenas unos segundos y  gracias a la grandeza de Barraza, entendemos que para Flor no queda nada más en la vida que sentarse a esperar a la muerte. Que no vale la pena correr ni resguardarse de los peligros de un sismo, pues da lo mismo.

La monotonía que rige la vida de Flor se convierte en el único personaje que la acompaña a lo largo de toda la cinta. Los largos silencios de su heroína invisible nos dejan escuchar los ruidos de una ciudad que, vista desde sus ojos, es cada vez más decadente, más asfixiante, más difícil de lidiar.

Al final, el primer largometraje de ficción de Natalia Almada nos deja con esta sensación agridulce de ser testigos de una vida que duele ver. Pero, al mismo tiempo, nos da la esperanza de que, a pesar de todas las cosas que nos sucedan, en nosotros está el poder cambiar y llevar nuestra vida por el rumbo que queramos. No hay edad para decidirse a enfrentar los miedos más profundos de uno mismo, y nunca se hará tarde para comenzar a ser feliz.

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autor Apasionado de ver, escribir, leer, investigar y hablar sobre cine en todas sus formas. Soy fan de Star Wars, me sé de memoria todos los capítulos de Friends y si me preguntan de cine mexicano, no hay quien me calle. Editor en Cine PREMIERE.
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