Tolkien – Crítica

La imagen que la gente suele tener de John Ronald Reuel Tolkien, creador de El hobbit y El señor de los anillos, es la de un hombre mayor, vestido de traje y fumando una pipa. Una figura reminiscente a Gandalf (sin la barba y el sombrero puntiagudo).

Tolkien –que, por cierto, se pronuncia Tolkin– nos cuenta una historia muy diferente al explorar una faceta poco conocida del escritor y filólogo a través de una mirada dramatizada de las vivencias de su juventud que pudieron inspirarlo a crear su universo literario. Interpretado por un serio per a la vez encantador Nicholas Hoult (La favorita), conocemos a Tolkien como un joven enamorado, un escritor cuya imaginación y pasión por el lenguaje fue curada por las leyendas de Beowulf y los caballeros de la mesa redonda, y como un artista que formó junto a sus cuatro mejores amigos una comunidad llamada T.C.B.S (Tea Club, Barrovian Society) e intentó cambiar al mundo a través del arte. 

A lo largo de su vida, J.R.R. Tolkien siempre expresó abiertamente su aversión hacia la alegoría intencional. Sin embargo, esta cinta utiliza precisamente este recurso para contarnos los momentos de su vida que influenciaron su obra, algo que funciona sorprendentemente bien en la cinta. A través de esta mirada alegórica, el director finlandés Dome Karoukoski (Tom de Finlandia) nos ofrece una interpretación de como funcionaba la imaginación de Tolkien. El largometraje utiliza este recurso en particular para sugerir cómo sus experiencias traumáticas en la Primera Guerra Mundial inspiraron la creación de Mordor y Sauron. También, es el canal para contar el romance con su esposa Edith (protagonizada por Lily Collins) y como su propia historia de amor quedó plasmada en El Silmarillion a través del romance de Beren y Lúthien, un relato que más adelante inspiraría la historia de Arwen y Aragorn en El señor de los anillos.

Pero, como es de esperarse, la película se toma ciertas licencias con algunos de los hechos conocidos de la vida del escritor y los idealiza. El Tolkien Estate se distanció del filme hace unas semanas al declarar que no “aprobó, autorizó, ni participó” en el filme. A pesar de que no revelaron las causas exactas de esta decisión, este factor le quita credibilidad a la cinta.

Por ejemplo, un aspecto que es minimizado en el filme es la relación que Tolkien tenía con la religión. Es bien sabido que el autor era un católico devoto e incluso denominó a su pieza maestra El señor de los anillos como «una obra fundamentalmente religiosa y católica». Sin embargo, en la cinta esta parte no es realmente palpable y es casi omitida en su totalidad.

La cinta se concentra más en complacer a los fans de la saga al plantar easter eggs y referencias sobre la Tierra Media, lo cual la hace perder parte de su cualidad biográfica y realista. Tolkien es una cinta que le da más prioridad al estilo que a la sustancia. Aun así, el filme resulta una experiencia disfrutable, particularmente para la audiencia que esté interesada en diseccionar la imaginación tan fascinante del autor que creo una de las obras de fantasía más trascendentales de la literatura. 

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Amanda Adame Comunicóloga para quien el cine y la fotografía son las mejores maneras de ver la vida. Es fan de Sofia Coppola y la estética de Wes Anderson, añora décadas pasadas y piensa que todo el mundo debería irse en un road trip por lo menos una vez en la vida.