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Cine

Tras la tormenta

25-06-2017, 1:50:52 PM Por:
Tras la tormenta

El más personal de los proyectos de Hirokazu Koreeda tiende a ser repetitivo pero la manera en que disecciona temas y personajes denotan madurez y maestría.

Cine PREMIERE: 3.5
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La lente del director Hirokazu Koreeda parece ser fácilmente seducida por dramas familiares donde la añoranza de unidad, el anhelo de la convivencia paternal o la disertación sobre la muerte han tocado de una u otra forma sus proyectos fílmicos. Dos de sus últimas tres películas han encontrado en la paternidad una inspiración temática. En De tal padre, tal hijo, por ejemplo, planteaba un fuerte cuestionamiento: ¿la paternidad la establecen los lazos sanguíneos o ésta se define a partir de la formación y la crianza? Con Tras la tormenta retoma una historia padre-hijo, pero con otro tipo de adversidades que muestran nuevas luces a la herencia y ascendencia.

Alimentado de sus glorias pasadas, Shinoda Ryôta (Hiroshi Abe) dista de ser un papá ejemplar. Novelista con sólo un éxito en la bolsa, busca inspiración como un detective mercenario que se vende al mejor postor y traiciona a sus clientes siempre y cuando así lo dicte el dinero. Su inestable andar se potencia por su adicción a las apuestas, vicio que le impide pagar la manutención de su hijo a su exesposa con quien desesperadamente desea reconectarse. Tampoco es un hijo o hermano ejemplar. Quiere cambiar pero flaquea, aunque será durante la temporada de tifones nipones que tratará de enmendar parte de sus desperfectos, ya que el título de la cinta sirve también como metáfora de las tribulaciones personales de Ryôta y su desgastado y desastroso mundo interior. 

Con el pretexto de un protagonista acorralado por sus malas decisiones, la película habla de la descomposición de los sueños de la infancia. ¿Hoy por hoy somos los adultos que queríamos ser cuando niños? ¿Cumplimos nuestras metas? ¿Satisficimos nuestras proyecciones? ¿O en realidad estamos lejos de ser las personas que imaginábamos? ¿Las cosas son cómo “debían” ser o en algún punto tomamos una desviación errónea y no sabemos enmendar la ruta? Estos son algunos de los temas sobre los que filosofa esta cristalina metáfora que reafirma eso de que «después de la tormenta viene la calma». Sin embargo, el sosiego debe cultivarse y simboliza el primer paso hacia la felicidad. Únicamente dejando ir el peso muerto al que nos aferramos podemos comenzar un viaje de autodescubrimiento.

Lejos de lo que Koreeda hacía en sus primeros proyectos, historias en las que incluso exploraba el tema del suicidio, aquí se encapsula en la dinámica de una familia trabajadora en busca de una subsistencia física y emocional. Mediante Ryôta habla de la importancia y las dificultades con las que se topa el autodominio y la manera en que la voluntad es soslayada por su falta de práctica.

Todas estas variables lo hacen el más personal y cercano de los proyectos del cineasta que también funge como guionista de esta poco elaborada producción. Comenzó a construir la historia para, como él mismo explicó: «incorporar los cambios que ocurrieron dentro de mí después de que mi madre y padre murieron, es la película que está más coloreada por lo que soy». Con eso en mente trabajó en una puesta de formato sencillo, casi minimalista, que refleja su inquietud por llevar a la palestra los vínculos entre generaciones y la manera en que los padres confeccionan el destino de sus hijos. Esta constante llega a sentirse repetitiva pero se explora con tal madurez y maestría de introspección que nos hará detenernos a pensar en si el niño o la niña que fuimos estaría de acuerdo con el hombre o mujer que somos hoy.

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