Tropa de héroes (12 Strong) – Crítica

Tropa de héroes es un vehículo propagandístico cuya intención apantallante de las motivaciones patrióticas de los 12 soldados involucrados en la historia, basada en un hecho real consignado en el bestseller Horse Soldiers de 2009 aunque sólo uno de los personajes sea real, queda reducida a confusas escenas de acción y a un deseo de desquite premiado con la reducción a cero del enemigo gracias a la pujanza, la valentía y unos cuantos misiles que, supuestamente, nos deben dejar clara la superioridad moral de los soldados estadounidenses (y su nación, obvio).

La historia se ubica en 2001, arrancando precisamente el 11 de septiembre. Unos días después de los atentados terroristas, los miembros de un destacamento de élite del ejército de EE.UU., el ODA 595, consiguen ser enviados a Afganistán. Al llegar a la base militar, esta unidad se convierte en la primera en entrar al país asiático para combatir al régimen talibán que apoya a Bin Laden. El objetivo del grupo es apoderarse de la ciudad de Mazar-i-Sharif, con lo cual supuestamente menguarían las fuerzas de los talibanes y reducirían el campo de acción de Bin Laden y Al Qaeda.

La cinta se centra en las tres semanas que le lleva a este grupo llegar a la zona, defendida por un ejército armado hasta los dientes, la que deben alcanzar yendo de pueblo en pueblo cual misiones de videojuego cuya dificultad va en aumento. Los 12 fuertes del título original sólo tienen el apoyo de un general opuesto a los talibanes, el general Dostum (Navid Negahban de Homeland), quien tiene un ejército y lealtades imposibles de identificar a ciencia cierta.

Así, el capitán Mitch Nelson (el siempre acartonado Chris Hemsworth) no tiene más opción que trabajar a su lado. Y a pesar de su inexperiencia en combate, pronto se le ve ducho en la estrategia, la lectura de coordenadas y el combate que, a pesar de la ayuda que reciben de bombarderos, tiene que desarrollarse en campo, para lo cual deben montar a caballo. La maestría que muestran él y sus hombres pronto pone de manifiesto la artificialidad de este vehículo propagandístico.

Producido por Jerry Bruckheimer, Tropa de héroes es un filme que no oculta su objetivo patriotero que intenta hacer de esta batalla un gran triunfo en un conflicto que, 17 años después, sigue activo. Una historia reducida al elemental combate maniqueo entre el bien y el mal y que tiene su representación más simplista en un par de escenas: por un lado aquella que nos presenta al líder del ejército enemigo ejecutando a una mujer frente a sus hijas por incitar la educación de las mujeres; por el otro, cuando uno de los soldados estadounidenses carga al niño que ha sido su sombra para salvarle la vida después de un ataque talibán.

Cual cinta de Transformers, es imposible saber quién le dispara a quién en los combates. El director debutante Nicolai Fuglsig opta por una edición confusa tal vez en el afán de inyectar dramatismo a una historia que se sabe cómo va a terminar y que no ofrece ninguna sorpresa, que sólo busca el apantallamiento. A años luz de la precisión emotivamente sintética de Dunkerque, Tropa de héroes se extiende innecesariamente durante más de dos horas. Acaso entretenida por momentos, no tiene asideros ni en el trabajo actoral ni en el narrativo. Lo único notable es la locación. Filmada en Nuevo México, la aridez de los paisajes pone de manifiesto que los 12 soldados tendrán una misión difícil, prácticamente a merced de sus enemigos.

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Javier Pérez Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".