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Cine

Un amor inquebrantable – Crítica

17-04-2019, 6:21:38 PM Por:
Un amor inquebrantable – Crítica

Trabajado como por encargo, el filme es plano, con un cariz abiertamente religioso e insiste a toda costa en dejar un mensaje edificante e incuestionable en una época en la que la falta de cuestionamientos es un mal mayor que aqueja a la sociedad.

Cine PREMIERE: 1.5
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Ejecutado sin mucho más mérito que el de una dramatización, Un amor inquebrantable está basado en The Impossible: The Miraculous Story of a Mother’s Faith and Her Child’s Resurrection, libro de Joyce Smith en coautoría con el escritor cristiano Ginger Kolbaba, de 2017, que narra cómo sobrevivió el hijo adoptivo de Joyce tras haber caído a un lago congelado, estar sumergido durante 15 minutos y haber sido declarado clínicamente muerto.

La realizadora Roxann Dawson, directora de algunos episodios de series como House of Cards, This is Us y The Americans, se limita a prácticamente sólo exponer los hechos sin profundizar en sus personajes, dejando que la guía narrativa sea el personaje de Joyce, interpretado por la efectiva Chrissy Metz (This is Us). Sin embargo, la adaptación de Grant Nieporte (guionista de la infumable y a toda costa edificante Siete almas) no le da muchos elementos de dónde asirse a la actriz nominada en dos ocasiones al Globo de Oro como Mejor actriz de reparto en una serie.

Así pues, el filme se pierde en vericuetos edificantes, en lacrimógenos momentos propios de culebrón de media tarde (Joyce pidiendo que delante de su hijo en coma inducido sólo se hablen cosas positivas), en escenas de involuntaria risa loca (el canto grupal afuera del hospital) y en una alarmante insistencia en pro de la fe ciega.

De no ser por el evidente cariz religioso, se podría suponer que el filme tiene como trasfondo la señalización de una sociedad alienada que hace exactamente lo que le piden a través de los medios masivos. Y que eso de tener una fe ciega, que puede conducir a milagros como el que ocurre en la historia y que además se dice que fue real, es como ponerse en manos de cualquier líder sin cuestionar sus designios ni decisiones sea donde sea que conduzcan. Pero no es así en este caso de la vida real que parece haber sido puesto en manos de los guionistas de La rosa de Guadalupe.

John (Marcel Ruiz) es un adolescente de 14 años que atraviesa por una crisis de identidad que lo lleva a una confrontación silenciosa con su amorosa madre adoptiva Joyce y casi con cualquier figura de autoridad, como su profesora o su entrenador en el equipo de basketball de su escuela cristiana. Habilidoso jugador, John se mete en problemas por su actitud rebelde debido a un trabajo escolar en el que le piden rastrear su árbol genealógico, del cual él desconoce pormenores en Guatemala al ser adoptado desde los nueve meses.

Junto con dos de sus amigos, sale a jugar al congelado lago Saint Louise, sobre el cual se deslizan hasta que se abre un hueco por el que caen los tres. Los amigos de John logran salir, pero él no, hasta que 15 minutos después lo encuentra el rescatista Tommy Shine (Mike Colter, protagonista de la serie Luke Cage aquí en piloto automático).

Sin pulso y con una temperatura corporal muy baja, John es trasladado al hospital donde intentan infructuosamente salvarlo, hasta que el doctor en jefe se da por vencido y hace que Joyce entre a despedirse del muchacho calificado como clínicamente muerto. Ella, dominada por la frustración, reza desgarradoramente pidiendo a Dios que salve a su hijo y, entonces, ocurre el milagro: un leve latido hace que John sea trasladado con el mejor especialista en ahogamientos de la ciudad, quien no le da esperanzas de vida pero enfrenta el amor inquebrantable de la madre creyente fervorosa que se sobrepone a los comentarios y a la falta de fe de su propio esposo hasta que, si hay libro y luego película, el muchacho se salva sin ninguna secuela que lo afecte.

Trabajado como por encargo, el filme de Dawson es plano y con actuaciones abotargadas (salvo por Metz y Topher Grace, quien hace el papel del contemporáneo pastor Jason Noble). La cinta tiene sucesiones torpes que anulan cualquier asomo de dramatismo, diálogos parsimoniosos e imágenes que no ayudan a contar la historia (salvo la de la caída del lago que es también la del póster promocional). Sus escenas son desangeladamente emotivas (el encuentro casual entre Tommy y John en el lago) y se van concatenando para hacer un filme soso con un cariz abiertamente religioso y de talante positivo que insiste a toda costa en dejar un mensaje edificante e incuestionable en una época en la que precisamente la falta de cuestionamientos es un mal mayor que aqueja a la sociedad.

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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