Uno en el otro – Crítica

Dentro del género de la comedia se ha desarrollado un subgénero que busca responder un gran misterio de la existencia: ¿cómo sería habitar el cuerpo de alguien más, de una persona que no eres tú, sea del mismo sexo o no? A las mujeres nos es imposible comprender los tejemanejes de la psique masculina, el sentir primitivo que domina a algunos, su aparente desapego –obviamente no en todos los casos–, entre otros factores. Para los hombres es inconcebible abrazar completamente la noción de qué implica ser una mujer: su sensibilidad, los cambios hormonales, los cólicos… Pero a través del cine, con un poco de ayuda sobrenatural y mística, se ha explorado el tema del cambio de cuerpos en varias ocasiones. A veces el intercambio ocurre entre dos personas del mismo sexo como en Un viernes de locos (Freaky Friday) y en otras se presentan casos contrarios como en Uno en el otro (L’ un dans l’ autre).

Si bien el tema principal del filme es que un par de amantes se conozcan más que cualquier pareja en el mundo tras quedar atrapados en el cuerpo del otro, su conflicto se hace más complejo cuando se le añaden factores como el anhelo de la maternidad, las vicisitudes de la paternidad y el adulterio. Penélope y Pierre están involucrados en una relación romántica. Sin embargo, no son libres. Ella se compromete en matrimonio con el colega de su amante, Éric; Pierre está casado con Aimée, con quien engendró hijos. Durante el que se supone será su último encuentro pasional, una aciaga eventualidad ocurre: su esencia queda atrapada en la entidad corpórea del otro. Con el fin de ocultar su engaño e infidelidad, simulan ser su contraparte en el ámbito personal y laboral. De esta experiencia no sólo descubren aspectos que desconocían del otro, sino que ello les lleva a plantearse si tras descubrir sus peores defectos aún hay espacio para el amor, y si esta nueva información vale poner en riesgo la vida como hasta ahora la conocen y sus planes a futuro.

Esta producción francesa, escrita y dirigida por Bruno Chiche, juega con las expectativas y preconcepciones del espectador en la secuencia inicial, para posteriormente aterrizar en las clásicas situaciones a donde arriban otros filmes con líneas argumentales similares: un shock inicial para los protagonistas, el cual evoluciona a un estado de confusión y ansiedad latentes. Éstas eventualmente conducen al entendimiento de la naturaleza del otro tras, literalmente, estar en sus zapatos. En términos generales, Uno en el otro es bastante genérica en su desarrollo, pues se amolda a las fórmulas de la comedia romántica y presenta una profundización dispar de los personajes; de hecho, las parejas legítimas de los protagonistas son meros accesorios, sin peso argumental.

Empero, donde la película se distingue es en la sutileza con que director y actores encaminan los hechos. Una vez realizado el intercambio –el cual, por cierto nunca se explica, simplemente ocurre, hueco que suele afectar a este tipo de producciones– Louise Bourgoin adquiere una fiereza masculina en sus movimientos y expresiones; su Penélope se muestra desfachatada, cínica, impávida ante los sentimientos de otros, y Stéphane De Groodt hace de Pierre un hombre vulnerable, amanerado aunque sin caer en manierismos fársicos cuando su novia radica en su interior. De sus calamidades se desprende una comedia irregular, pues algunas situaciones funcionan mejor que otras.

A través de todos estos elementos y los periplos de los personajes, Uno en el otro rehúye del cliché temático y no se estanca en el predicamento de valorar lo que se tiene una vez perdido. Más bien canaliza su esfuerzo en recalcar el profundo conocimiento del ser amado y los riesgos de semejante proeza.

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Mabel Salinas No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!