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Cine

Van Gogh en la puerta de la eternidad – Crítica

25-01-2019, 9:46:01 AM Por:
Van Gogh en la puerta de la eternidad – Crítica

Van Gogh: en la puerta de la eternidad es un ejercicio novedoso, pequeño, casi interno, por conocer el brillante y tortuoso artista neerlandés.

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La vida de Vicent Van Gogh fue tan brillante como tortuosa. Con convicción hacia su pintura, el pintor francés reconoció en el oleo y las posibilidades del color una forma de canalizar lo que sucedía en su interior. Así, Van Gogh en la puerta de la eternidad, de Julian Schnabel, recoge estos momentos en donde el arte fue para Van Gogh una manera de ser.

Centrada en la estancia que tuvo el pintor en Francia, específicamente en Arlés y Auvers-sur-Oise, la versión de Schnabel sobre la vida de Van Gogh se compone de momentos clave en su vida, conversaciones con figuras como Paul Gauguin y su hermano Teo, y momentos de relevación sobre su vida. De esta manera, la película se aleja de la ambición que podría tener una biopic para centrarse en la labor titánica de percibir la ola de emociones que sacudió una vida.

Para lograrlo, el director y pintor estadounidense opta por un estilo desenfadado en donde la cámara en mano es fundamental para hacer énfasis en los estados mentales del autor de «La noche estrellada». Van Gogh: en la puerta de la eternidad deja de lado numerosos movimientos de cámara, los encuadres prefabricados para narrar una vida y la mirada artificial del espectador que disfruta una puesta en escena, para concentrase en el punto de vista de nuestro protagonista.

La cámara, desde la mirada de Van Gogh o externa a ésta, se transforma en un compañero de viaje que presenta los estados de excitación o de profunda depresión del pintor, su nula capacidad de congeniar con las personas a su alrededor, y el terrible dolor que le significa perder a una de las pocas personas que pudo comprenderlo: Paul Gauguin (Oscar Isaac).

Con otra de sus destacadas actuaciones y nominado por ésta al Oscar de Mejor actor, Willem Dafoe reconstruye al pintor con la timidez y la incomprensión del mundo. La dulzura casi piadosa que ejecuta Dafoe contrasta con la fiereza ante el óleo que le dan los bellos paisajes de la Francia del campo. Además del trabajo con la cámara, Schnabel dota a la película de un sonido muy particular, muy cercano al silencio, una decisión que casi siempre es contraria cuando se necesita contar la biografía de una persona, sin embargo, esto permite que lo interior sea la brújula para conocer a Van Gogh: los diálogos con otros personajes sólo dan una ubicación espacio-temporal y la antesala a indagar el estado de ánimo del pintor. Es en estos momentos fundamentales en donde la cámara de Schnabel corre para ser acompañada de diálogos desfasados o el simple sonido de la naturaleza.

La minuciosidad técnica de Van Gogh en la puerta de la eternidad es una forma muy particular para conocer a un personaje. El interés del director por los detalles y lo aparentemente pequeño se complementa con la escena de la charla que tiene el pintor con un sacerdote (interpretado por Mads Mikkelsen): no es necesario una escena tras otra para narrar el desasosiego de una vida que está cerca de terminar. Schnabel sólo apunta al rostro de ambos, sigue sus expresiones y la ejecución de unos destacados diálogos que logran problematizar temas tan ambiguos como la existencia de Dios, el arte y la muerte.

Van Gogh: en la puerta de la eternidad es un ejercicio novedoso, pequeño, casi interno, por conocer el brillante y tortuoso Van Gogh.

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autor Escribo sobre cine y televisión. Me gusta pensar las imágenes. Colaboradora en Revista Nexos, Butaca Ancha y F.I.L.M.E Magazine. Cuando sea grande quiero ser como Luisa, en Días de otoño de Roberto Gavaldón.
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