Verano del 84 – Crítica

Un grupo de pubertos pasa su vida y su amistad en los suburbios discutiendo sobre lo atractiva que se ha puesto la vecina de uno de ellos y leyendo cómics. Esto, hasta que uno de ellos tiene una corazonada sobre los asesinatos que están aconteciendo en su vecindario: el vecino de enfrente puede ser el responsable de los crímenes.

Esta es básicamente la trama con la que el grupo de directores canadienses Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell, también conocidos como RKSS, desarrolla su segunda película tras el éxito de su ópera prima: Turbo Kid, la cual es una suerte de Mad Max Furia en el camino pero con bicicletas.

Sin embargo, con Verano del 84 los directores se enfrentan a la difícil tarea de igualar o superar las expectativas de su ópera prima. El dilema es similar al que llegan a sufrir algunas bandas o músicos luego de haber lanzado un increíble álbum debut y ahora se enfrentan a las expectativas defraudadas de un mundo que esperaba su segundo LP. Y éste no parece estar a la altura. Desafortunadamente para RKSS, la ejecución de la historia y la producción misma de Verano del 84 se enfrentan a uno que otro problema.

Por un lado, la película fue escrita meses antes del estreno de la primera temporada de Stranger Things pero, dado su carácter de cine independiente –ésta, al igual que Turbo Kid, es una producción canadiense–, tuvo que pasar mucho tiempo para poder realizarse: se filmó en julio de 2017 y se estrenó en Sundance de 2018. Para ese entonces, ya todos habíamos visto la segunda temporada de Stranger Things, ya había sucedido el estreno de la primera parte de IT, y ya el mundo de la cultura pop estaba inundado de productos nostálgicos y/u ochenteros. Pensemos en obras como Ready Player One de Steven Spielberg, Everything Sucks! de Netflix, y más cintas que adoptan esta vibra ochentera como Thor Ragnarok de Marvel o The Guest de Adam Wingard. Y así es que lo que alguna vez fue una idea fresca por parte de RKSS, llegó demasiado más tarde y una vez que la fiesta por la nostalgia ya estaba en todo su apogeo.

Por otro lado, la película juega entre dos subgéneros (aventura y terror), lo cual en papel sonaba interesante, pero ya ejecutado en pantalla, resulta extraño. La trama comienza y parece que estamos ante algo tipo Los Goonies, en la que unos chicos salen en busca de la aventura. Estos amigos, por cierto, a ratos nos obligan a preguntarnos como audiencia: cómo es que estos cuatro adolescentes siquiera pueden ser amigos porque sus personalidades son distintas entre sí. Conforme llegamos al último acto, la cinta se convierte en una especie de Halloween o Sleepaway Camp en el que un sangriento asesino está por cazar a los inocentes Goonies. Si la intención de RKSS es que Verano del 84 funcione como una especie de película coming of age, los adultos que resultarán de las experiencias de estos niños los dejarán completamente trastornados.

Sin embargo, la película mantiene elementos que siguen siendo característicos del trío de directores, entre los que destaca el cuidado diseño de producción, que no se percibe sobreexplotado como en otras producciones nostálgicas de los 80 que presumen en pantalla cada detalle: aquí es mucho más natural, sin llegar a ser obvio. Y por otro lado el soundtrack, creado por el dúo canadiense de synthwave Le matos, que igualmente se enfrenta a un boom de este género, aunque ellos han estado en la escena desde 2007, por lo que sería un error pensar que su score obedece a una tendencia del género.

Verano del 84 toma sus riesgos en un subgénero que por el momento parece entrar en un círculo de exceso en Hollywood, pero lo cierto es que al estar fuera del sistema de grandes estudios, son estos riesgos los que nos entregan un final diferente y un tanto oscuro, incluso frente a obras ochenteras de asesinos que viven frente a nuestro hogar.

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Sergio López Aguirre Stanley Kubrick alguna vez dijo "Para tener una visión más amplia, no sólo vean cine bueno, también el malo" obvio le hice caso en lo segundo y es muy divertido.