Ya no estoy aquí: Bailar para no estar
Ya no estoy aquí, el segundo largometraje del cineasta mexicano Fernando Frías de la Parra, nos muestra el poder de la cultura en una sociedad asfixiada por la adversidad.
Una pelea entre tus padres. El tortuoso camino hacia el trabajo por las mañanas. La soledad. La inseguridad que azota tu vecindario. Cualquier situación puede desaparecer unos segundos cuando cierras los ojos, conectas tus audífonos y presionas el botón de “play”. Ése es el poder de la música y del arte en general: ayudan a miles de jóvenes a huir de la violencia, el narcotráfico y de un contexto que se encarga de recordarles diariamente que quizá no hay salida.
En 2019, Ya no estoy aquí llegó al Festival Internacional de Cine de Morelia para sorprender a todos con sus cumbias rebajadas, sus atractivos pasos de baile y la extravagancia de sus protagonistas. El segundo filme de Fernando Frías de la Parra (Rezeta, 2012) se convirtió rápidamente en el ejemplo perfecto de lo que la cultura puede hacer por los jóvenes, especialmente en un país que acaba con la esperanza de muchos.
“Más allá de contar historias, el cine ofrece modos de ver [la realidad]”, nos dijo el cineasta, instantes después de haberse convertido en el máximo ganador del FICM 2019. Mientras sostenía con ambas manos el premio a Mejor película y el reconocimiento del público, Frías afirmó que esta película le permitió comentar sobre la falta de oportunidades y el espíritu de la juventud de México. “Al final, detrás de todo hay un gran humanismo, que es importante mirar. También es importante que dejemos de juzgarnos, que aprendamos a vivir en sociedad y a entender las situaciones del otro”, señaló.
Acorralado
El sonido del bajo prepara el terreno de lo que será un gran evento. A él se une la inigualable melodía del güiro y el timbal. Después, y ya que estamos en Monterrey, la tierra de Celso Piña, no podía faltar un alegre acordeón, capaz de hacer bailar hasta a los muertos. Con esta mezcla musical en sus oídos, Ulises (un sorprendente Juan Daniel García Treviño) cierra sus ojos y el mundo a su alrededor se transforma. De pronto está rodeado por sus mejores amigos –la famosa pandilla de los Terkos– en una noche inolvidable de cumbia rebajada, o parado en el Cerro de la Silla, con la capital de Nuevo León de fondo, persignando el piso con sus pies, brincando de un lado a otro, girando como trompo, escapando de su realidad. De pronto, sus sueños de cumbia se detienen abruptamente por el sonido de unos disparos y el salpicadero de sangre de unos “kolombianos”, que han sido asesinados por un comando armado.
En un Monterrey golpeado por la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón, Fernando Frías de la Parra nos presenta a personajes que, más allá de permanecer temerosos, existen en un mundo que ya ha normalizado las balaceras, los cadáveres y las injusticias: donde huir o morir parecen las únicas opciones. Ulises es entonces forzado a abandonar a su familia –no la de sangre sino la del alma– para emprender un viaje sin regreso a Nueva York. En aquella tierra extraña, donde se respira un aire de libertad, lo que solía ser su escape ahora le permite comunicarse con los demás. Porque todos, sin importar de donde vengamos, hablamos el lenguaje universal de la música.
“Me gusta la idea de jugar con la metáfora de la cumbia rebajada; en donde una canción que debía durar 5 minutos ahora dura 10”, nos dijo Fernando Frías en el FICM 2019. “Es esta intención de no querer que se acaben esos días de juventud, porque sabes que más allá, cuando crezcas, no hay mucho más para ti”.
Para el cineasta, esta contracultura regiomontana –célebre en todo el mundo– es una forma de resistencia: “Quizá no sea verbal, pero sí totalmente elocuente y contestataria hacia una sociedad que les ha quedado mal, que los reprime y que los antagoniza. Lo contestatario de estos chicos “kolombia” se da a través de la música y de la vestimenta”.
Nosotros sí seguimos aquí
Pareciera que aquellos sonidos propios de la violencia se han detenido brevemente, o al menos han sido superados por ese silencio aterrador causado por el confinamiento ante el COVID-19. Como todos los planes del mundo, el futuro de Ya no estoy aquí fue modificado por la pandemia. Tras el éxito en el FICM, el filme se ha proyectado en distintos lugares del mundo: desde el Festival de Cine Puy ta Cuxlejaltic Zapatista en Chiapas y el certamen fílmico del Cairo, hasta en funciones abarrotadas en Argentina y en Monterrey. El futuro le sonrió aún más con su entrada a la selección oficial de festivales como Tribeca y la promesa de un estreno en cartelera mexicana. Sin embargo, debido a las presentes circunstancias, Ya no estoy aquí llegará al catálogo global de Netflix el próximo 27 de mayo.
“Ojalá que la película pueda contribuir a que la gente escape un poco de lo que estamos viviendo”, nos dice Fernando Frías desde Nueva York, una de las ciudades más golpeadas por la enfermedad. “Espero que conecten no sólo con la idea de ver lugares nuevos, los colores o los bailes [de esta historia], sino también con aquella nostalgia de extrañar tu hogar y el cuestionarse lo que verdaderamente significa estar en casa”.
Con sus contagiosos pasos de baile al ritmo de cumbias rebajadas, Ulises nos transportará a otros lugares. Gracias al cine, hoy tampoco estaremos aquí.
Texto originalmente publicado en la edición impresa de Cine PREMIERE mayo, 2020. Puedes adquirir una copia o suscribirte aquí.
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