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Cine

Burning – Crítica

10-05-2019, 9:34:22 AM Por:
Burning – Crítica

La cinta de Lee Chang-dong no ofrece respuestas sino preguntas, porque su sentido principal es la omnipresencia de lo inaudito y de lo inédito.

Cine PREMIERE: 4.5
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A lo largo de Burning (Beoning), el más reciente largometraje del maestro surcoreano Lee Chang-dong, distintos personajes le preguntan al protagonista qué clase de escritura produce. Lee Jong-su (Ah-in Yoo) les contesta que escribe novelas. ¿Qué clase de novelas? Nunca sabe bien qué decir. La última vez que se lo preguntan responde que no lo sabe porque para él el mundo es un enigma. Pregunta abierta, la realidad se tiende ante Jong-su —y ante cualquiera de nosotros— como un misterio que los religiosos aspiran a resolver en la muerte. Los agnósticos y los ateos tienen otras dos opciones: resignarse ante la duda o regodearse en la ignorancia inevitable de estar vivos. Si Burning fuera una criatura podríamos decir que pertenece a este último grupo. Aunque plantea una serie de temas bien delineados, la película no nos ofrece respuestas sino preguntas, tampoco ideas sino insinuaciones, porque su sentido principal es, quizá, la omnipresencia de lo inaudito y lo inédito.

Ya desde las primeras escenas Lee nos sugiere el escepticismo como un modo de sortear la película, en consonancia con su protagonista. Cuando Jong-su se dirige a una tienda para hacer una entrega —en lo que se le ocurre una novela se dedica al transporte de material—, una muchacha que trabaja como animadora lo mira como quien se pregunta dónde conoció antes a ese extraño. Un rato después Jong-su se gana un premio en la activación en la que ella participa y, desesperada porque no la reconoce, Shin Hae-mi (Jong-seo Jun) opta por presentarse: vivían en el mismo pueblo de niños. Jong-su la ha olvidado. En un principio parecería no haber razón para dudar de ella pero en un momento simbólico Hae-mi juega con una naranja invisible. La imagen sugiere, por un lado, la fe necesaria para creer en lo que no vemos; por el otro habla de la razón, que se opone a materializar lo inexistente. A partir de ahí, Lee comienza a introducir otros elementos que requieren de fe para resolverse: un gato que no aparece, un reflejo luminoso que irradia de un punto desconocido, la masturbación que resuelve una ausencia. Estas imágenes sugieren lo imaginario pero no rebasan la extrañeza de Ben (Steve Yeun).

Burning

Después de un viaje a África donde Hae-mi busca saciar lo que llama la Gran Hambre —un nombre para el hambre existencial—, ella regresa a Seúl con un amigo también surcoreano que impacta de manera inusual cuando sonríe y cuando bosteza, cuando monologa. Millonario y desenfadado, Ben es descrito por Jong-su como un Gatsby, es decir, un misterio, y conforme lo conocemos más, llega a dar la impresión de algo inabarcable. En una escena Ben compara cocinar con ser una especie de dios. Crear platillos lo hace sentir como una divinidad que inventa a sus propios suplicantes para después comérselos. Más adelante, Ben le confiesa a Jong-su que disfruta de un extraño pasatiempo: quemar invernaderos. El complejo divino de Ben le dará un giro a la historia, que pasa de ser un aparente estudio sobre la masculinidad anticuada a un enigma sobre la realidad misma. ¿Lo que está viviendo Jong-su es una venganza o un sueño? ¿Es Ben inmortal, un reflejo distorsionado? Las preguntas se enciman y, con ellas, los temas.

A lo largo de la cinta notamos la misoginia de Jong-su en acciones pequeñas, desde buscar al hombre de la casa para que le firme una petición hasta exigirle a Hae-mi que mantenga su ropa puesta frente a otros. Lee no busca hacer un infomercial contra el feminicidio pero sí demuestra la omnipresencia del fenómeno en una sociedad donde, además, existe una clara rivalidad entre clases. Ben suele tratar a Hae-mi y a Jong-su como entretenimiento para él o para sus amigos adinerados y a menudo se muestra aburrido por ellos. La familia y sus herencias —¿repeticiones?— también son discutidas pero quizá sea mejor que los espectadores descubran por su cuenta qué nos dicen las relaciones de Jong-su con su padre, un hombre violento, y su madre, una mujer a la que no ha visto en más de 15 años.

Burning

Por supuesto, el centro de la película es lo que no sabemos, y Lee procura que su estilo refleje ese motivo. Nunca está del todo claro cuál fue un crimen por el que está siendo juzgado el padre de Jong-su, pero Lee nos expresa su carácter mostrándonos sus cuchillos. Los temas se sugieren en conversaciones aparentemente triviales o en acciones tan misteriosas como una erótica danza de libertad. A menudo nos encontramos con acciones repetidas por distintos personajes y nos preguntamos si nos hablan de la herencia o de la naturaleza de la historia. Quizás ambas. O ninguna. La claridad sería una amenaza para Burning y quizá para sus espectadores. En una era en la que el cine narrativo tiende más que nunca a la obviedad, Burning recupera el estilo de Antonioni en La aventura (L’avventura, 1960), que narra sin decir suficiente y observa mientras habla de más. Lo que se produce es una extraña cacería de lo indecible donde imágenes y palabras capturan algo para soltarlo inmediatamente, como a un ave extraña que liberamos por su belleza.

Burning es parte de la programación del 9º Festival Internacional de Cine UNAM. Puedes ver las actividades aquí.

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