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Cine

Hasta que la boda nos separe – Crítica

29-03-2018, 9:07:38 AM Por:
Hasta que la boda nos separe – Crítica

Una comedia catártica e hilarante, construida con base en una idea muy sencilla, donde la comedia visual y la dialéctica tienen un verdadero romance.

Cine PREMIERE: 3.5
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¿Quién no ha ido alguna a vez a una boda o cualquier tipo de celebración donde la música y el alcohol hayan sacado las cosas de control? Es precisamente esto lo que hace tan asequible y divertida a Hasta que la boda nos separe. Irónicamente, aunque la historia y su tratamiento se sienten mexicanísimos, es una adaptación de la cinta rusa Kiss Them All! (Gorko!), ambas con el involucramiento de Timur Bekmambetov (director de Abraham Lincoln: cazador de vampiros y la reciente Ben-Hur), lo cual habla de un excelente trabajo de tropicalización, así como de un claro entendimiento de la cultura, el folclor y humor nacionales, con albures incluidos.

En la versión dirigida por Santiago Limón, María (Diana Bovio) y Daniel (Gustavo Egelhaaf) planean su boda, y ella tiene en claro qué quiere. Si bien en la cinta original se decantan por una celebración europea, la novia mexicana desea una ceremonia junto al mar y al estilo de “La Sirenita”. Para su desgracia, su padrastro tiene en mente algo más “tradicional” –entiéndase con poco refinamiento para los parámetros de la “princesa”–. Para cumplir sus sueños, los protagonistas deciden organizar dos fiestas. Obviamente, la que en su cabeza sería una milimétrica planeación cae por la borda y aquello se convierte en un bacanal del cual Baco se sentiría particularmente orgulloso.

Hasta que la boda nos separe es una muy grata sorpresa desde su concepto. Todo lo visto en pantalla está filmado con cámara en mano, pues supuestamente el hermano del novio se encuentra registrándolo todo, lo cual da pie a fenomenales rencillas, desacuerdos, bromas y revelaciones que sientan el mood de la locura a desatarse. Pero a la vez esta técnica nos hace partícipes de los acontecimientos como si fuéramos un invitado más. Los personajes constantemente rompen la cuarta pared –es decir, miran directamente a la cámara– para hacer comentarios mordaces –algunos con sorna–, burlas o para mostrar su exasperación, volviéndonos parte de cada pormenor.

Sin embargo, a causa de este recurso también existen ciertas complicaciones, porque la presencia del hermano debe justificarse detrás de cada escena y este detalle se cuida en la mayor parte de la película, pero existe un momento en que inexplicablemente está en dos lugares al mismo tiempo, lo cual quebranta momentáneamente la magia de los hechos. También existen incongruencias mal justificadas sobre el comportamiento de algunos personajes frente a la cámara –a veces quieren cuidar su imagen y en otras escenas son extremadamente groseros–.

No obstante, Santiago Limón –también responsable de la adaptación del guion– hace un trabajo sobresaliente en la dirección del numerosísimo elenco que se da cita en el magno evento, porque no son extras que se mantienen sentados ordenadamente en su mesa. Todos protagonizan una borrachera caótica, perfectamente coreografiada, donde incluso Adal Ramones se interpreta a sí mismo; fuente perfecta para burlarse de sí mismo y otras figuras del cine y la televisión nacionales.

Estos no son los personajes más brillantes del séptimo arte y eso los hace divertidos –aún más gracias al desenfrenado consumo de alcohol–, así como identificables para la audiencia, pues es sencillo reconocerse a uno mismo o a algún conocido a través de alguna frase o comportamiento, incluso por los toquecitos de ironía, sarcasmo y farsa que revisten a una boda mexicana tradicional, con todo y su arrocito en el menú. Hasta que la boda nos separe es una comedia catártica e hilarante, construida con base en una idea muy sencilla, donde la comedia visual y la dialéctica tienen un verdadero romance imposible de separar.

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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