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Cine

Terror a 47 metros – Crítica

19-11-2017, 7:25:37 AM Por:
Terror a 47 metros – Crítica

La película de Johannes Roberts crea su suspenso con base en una música de Tomandandy que presiona demasiado al espectador.

Cine PREMIERE: 1.5
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Uno de los principales problemas del cine de suspenso –y el cual comparte con el de terror– es caer en artilugios baratos para generar ansiedad: emplear estruendosos y repentinos efectos de sonido o conducir a sus personajes hacia situaciones que los ponen en peligro a pesar de que a todas luces es una idea errada. ¿No deben abrir una puerta? Pues la abren. ¿Caminar por un callejón vacío y ennegrecido por la noche? ¡Hay que recorrerlo! Y como estos hay muchos otros incontables clichés. Terror a 47 metros cae una y otra vez en estas fórmulas desde su planteamiento.

Dos chicas estadounidenses (Mandy Moore y Claire Holt) vacacionan en alguna paradisiaca playa mexicana. Una de ellas es cautelosa y “aburrida”, motivo por el cual su novio decidió dejarla. La otra, una aventurera impulsiva que convence a su hermana mayor de ir con dos recién conocidos a una aventura turística acuática y de apariencia ilegal. Pese a las advertencias de un trabajador de su hotel –de las cuales sólo nos enteramos a través de una discusión entre las protagonistas–, aceptan la invitación para ver tiburones resguardadas por una jaula y a sólo 5 metros de profundidad, pero como bien augura el título, terminan 47 metros bajo el agua, rodeadas por estos depredadores y con pocas esperanzas de sobrevivir.

Desde un principio, la decisión que detona el conflicto del filme luce como una mala idea y no obstante la reticencia del personaje de Moore, termina aceptando sólo porque quiere recuperar a su exnovio –motivación no sólo obsoleta, sino absurda y pueril–. Tenemos a un personaje central que pone en riesgo su vida para impresionar a un hombre que ni siquiera puede atestiguar su hazaña.

Pero más allá de los excesos argumentales, la película de Johannes Roberts crea su suspenso con base en una música de Tomandandy que presiona demasiado y prácticamente exige que el espectador sucumba al temor en lugar de que el sentimiento se desenvuelva orgánicamente. La intensidad de la mezcla de sonido se siente excesiva y sin sofisticación, pues todo buen sonidista sabe que el arte de su oficio es su naturalidad y que pase desapercibido.

Roberts acude a este truco porque el guion es tan precario que los diálogos vaticinan qué va a ocurrir en la cinta. “Si tiras mi cámara tienes que ir a recogerla”, dice una de las conquistas mexicanas al personaje de Holt antes de descender. ¿Y qué pasa? La cámara termina en el fondo del abismo oceánico. Pocos momentos después, la misma joven dice extasiada ante la belleza del espectáculo que presencia: “Podría quedarme aquí eternamente”. Y el guionista y director le concede el deseo. Más que ironías, son obviedades que ya hacia el final incluso revelan el giro de tuerca antes de tiempo.

Ni siquiera funciona el hecho de que desde el momento del desplome de la jaula, la cámara permanece con las dos chicas en medio de la penumbra marina, dejando abierta la incógnita de si serán rescatadas o abandonadas a su suerte. De hecho, su agonía tiene poco más de una hora de duración, pero es pesada y arrítmica. Tal vez porque ni Mandy Moore logra hacer carismática a su Lisa o tal vez porque el guion suena mejor en papel que en esta particular ejecución. Además, para tiburones acechadores, siempre habrá que competir con los de Steven Spielberg, reyes absolutos del inconsciente colectivo. Terror a 47 metros no recrea aquel suspenso aterrador que lo inundaba todo tras escuchar las notas compuestas por John Williams.

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autor No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!
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