Thunder Road: Juntos en la tormenta – Crítica

Jim Cummings es un hombre orquesta. Escribe, dirige, produce y protagoniza su ópera prima, cuya historia inició con un cortometraje homónimo galardonado en Sundance con el Premio del Jurado. En él se introducía al mismo protagonista del largometraje: Jim Arnaud, un policía en duelo, que vive su dolor con tonos tragicómicos y un baño de esperanza que parece difuminarse una y otra vez, pues, como indica el título Thunder Road: Juntos en la tormenta (Thunder Road), su camino hacia el bienestar interno y externo es tormentoso.

El filme abre con la escena que prácticamente abarca todo el corto de 2016: Jim (Cummings) resguarda sus penas en el interior de una iglesia donde se celebra el funeral de su madre, quien, en su opinión, murió prematuramente. Ante los ojos desnudos de una cámara en un mismo emplazamiento, pero que se le acerca con cautela, vemos la descomposición del personaje; su erosión emocional. Su rostro se va desencajando hasta el momento cuando decide ponerse a bailar durante su discurso, porque es lo que a su madre le hubiera gustado. La fuerza de la actuación y el manejo de cámara hacen de éste un escenario abrasivo y potente. 

Para ejemplificar las conmociones generadas por el dolor, el luto y la pérdida, Jim Arnaud decide bailar y cantar durante el funeral de su madre.

«Thunder Road» es el título de la canción de Bruce Springsteen que Jim decide animar con movimientos decadentes y un marco de lágrimas; éstas trazan un lienzo de patetismo donde es inevitable encontrar humor, uno negro, negrísimo, azabache. El quebranto de Jim termina en las redes sociales y pronto Cummings nos desvela las numerosas capas de su depresión: está divorciado, comparte la custodia de su hija y su trabajo como oficial es una tibia gratificación. Y, aunque la voz de Sprinsteen es fundamental para el desarrollo argumental, no podría ser más equidistante de La música de mi vida. 

A partir de ese punto la vida del protagonista va en picada, es una obra de arte de la degradación, a través de la cual olas de violencia abrupta –y a veces ridícula– golpean a Jim y a sus conocidos. Jim Arnaud es un monumento a la impotencia retratado a partir de planos fijos y movimientos de cámara elegantes, de tal forma que el espectador voyerista observa desde una óptica realista y enigmática.

Jocelyn DeBoer interpreta a Rosalind Arnaud, la exesposa de Jim, y con quien él tiene una relación formal por el bien de su hija Crystal (Kendal Farr, espléndida).

Paulatinamente, Jim apila desgracias conectadas con la letra de Springsteen, la cual hace de «Thunder Road» el himno de una catástrofe que desdibuja al protagonista desde diversos ángulos. Es un vehículo apropiado para reírnos de la tragedia ajena y personal, y ver las pulsaciones maquiavélicas que el dolor teje en un ser humano vulnerable.

Con todo y sus introspecciones, Thunder Road también delinea a la frustración como una de las directrices de algunos de los problemas sociales anidados actualmente en Estados Unidos. Por ejemplo, cuando una persona frustrada tiene una posición de autoridad y maneja armamento. Pero también muestra las ramificaciones de la depresión; es vista como una hiedra venenosa que atenta contra varias facetas de la vida. De hecho, el mismo Cummings llegó a experimentar episodios depresivos en su vida y padeció las secuelas de un divorcio, cuyas marcas permearon directamente en su protagonista.

Thunder Road aborda con elegancia cómica temas serios, profundos y hasta peligrosos de tal manera que es inevitable reír y empatizar con la bola de nieve de desgracias que aguardan a Jim y a su falta de inteligencia emocional.

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Mabel Salinas No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!