¿No es romántico? (Isn’t it Romantic?) – crítica
Los astutos diálogos envueltos en el carisma de Rebel Wilson crean una experiencia gratificante y entretenida en ¿No es romántico?.
A estas alturas del juego es complicado sorprender con una comedia romántica. Suelen ser predecibles, reciclar fórmulas, repetir patrones con protagonistas intercambiables. De vez en cuando llega una cinta que sacude el género, se burla de sus “reglas” y pone en entredicho su estatus quo. La mayoría de las veces estas historias provienen del sector independiente: 500 días con ella, Man up, Obvious Child, entre otras, han cambiado las cartas. Sin embargo, ahora se les unen las producciones de streaming con ¿No es romántico? (Isn’t it Romantic?).
Rebel Wilson, quien se ha empeñado en ser una rebelde de la comedia, lleva sus talentos a una historia producida por Netflix (estrenada en su plataforma) y New Line Cinema (que pertenece a Warner). En ella vuelve a reencontrarse con Adam Devine, su coestrella en Notas perfectas, para burlarse de las incongruencias, sensiblería y precipitaciones de las romcoms. La cinta abre con Natalie cuando es una niña mientras mira emocionada la historia de Mujer bonita en un televisor. Tras servirse vino de una caja de cartón, su madre le dice que esas historias no son para “mujeres como ellas”. Ellas no poseen la “sonrisa de un millón” como Julia Roberts.
Al crecer Natalie (ya como Rebel Wilson) desdeña el simplismo e irrealidad de este género cinematográfico: el elaborado diseño de producción con casas de ensueño, oficinas donde nadie trabaja o retratos estereotipados de los sidekicks gays. Para su infortunio, tras ser asaltada en el metro sufre una contusión y al despertar se descubre como protagonista de su propia comedia romántica. Los hombres a su alrededor son modelos de calendario, un millonario (Liam Hemsworth) se enamora de ella en un abrir y cerrar de ojos, y Nueva York no luce como Nueva York. ¡Ahora hasta huele a lavanda!
El ingenioso guion de Erin Cardillo, Dana Fox y Katie Silberman, y la ágil dirección de Todd Strauss-Schulson con continuos cortes, movimientos de cámara e inserción de números musicales, satirizan uno por uno los clichés a los que -tristemente- ya estamos acostumbrados. Los astutos y agudos diálogos envueltos en el carisma de Wilson crean una experiencia gratificante y entretenida porque nos encontramos en el “Matrix de las mujeres solitarias”.
Pero, sobre todo, pese a ser una sátira, ¿No es romántico? nunca es grotesca en su cometido ni abusa de los recursos de los cuales se mofa. Más bien yuxtapone el lenguaje cinematográfico: el manejo de cámara, el despliegue de producción, el juego de vestuarios, la paleta de color, las tomas aéreas, los efectos especiales y la cámara lenta, entre otros.
Sin embargo, tampoco se escapa de repetir algunos clichés mientras cuenta su propio periplo amoroso. ¿No es romántico? pretende mandar un mensaje de empoderamiento, de amor personal a través del viaje onírico de Natalie, y cuestiona las bases del enamoramiento ficticio, pero peca de la misma ligereza y superficialidad que las comedias románticas genéricas con sello hollywoodense. Eso sí, es hilarante y su elenco tiene claro el tono y, especialmente, la misión a ejecutar, porque en la vida real un encuentro fortuito no necesariamente termina en romance.
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